martes, 22 de junio de 2010

El perpetuo juicio de la historia



Ante un nuevo aniversario de la muerte de Belgrano, se me ocurre pensar en el ejercicio permanente que realizamos con la memoria histórica.

Los hechos están ahí: los conocemos lo más que conseguimos recrearlos y luego los interpretamos. Repetimos ambos procedimientos, pero mientras es muy probable que la recreación de los hechos alcance el límite de las fuentes disponibles, su interpretación, en cambio, se renueva en cada época.

Volvemos a interpretar los hechos pasados bajo nuevos prismas, nuevos paradigmas que han sucedido a los anteriores, bajo nuevos valores, o simplemente son nuevas las generaciones que realizan las nuevas interpretaciones.

Los sucesos y los personajes históricos no siempre salen airosos de estos ejercicios que realizan las generaciones sucesivas.

En algunos casos, los personajes históricos consiguen sobrevivir a las distintas interpretaciones que sobre sus hechos se realizan y permanecen en el panteón de los próceres. Vale decir: sus hechos, los realizados en el presente que les tocó vivir –nuestro pasado- siguen proveyéndonos mensajes útiles en nuestro presente (el futuro de aquellos).

San Martín y Belgrano son de esa estirpe, para no mencionar a ninguno que pueda resultar discutible.

En otros casos, personajes históricos repudiados en su tiempo, son rescatados por las generaciones venideras a la luz de nuevas interpretaciones de sus hechos: se me ocurre pensar que la fidelidad monárquica de Liniers, que le costara la vida, ha podido ser soslayada por la posteridad a la luz de la defensa que hizo de Buenos Aires ante las invasiones inglesas, y las consecuencias que ese hecho tuvo ante la Revolución de Mayo. Pero esto debieron hacerlo las generaciones sucesivas, y no podían hacerlo sus contemporáneos. Y a esto también lo podemos comprender.

En muchos casos, personajes de lo más eminentes en su época, han pasado al olvido. Acontecimientos que se creía trascenderían los tiempos, no merecen más que algún renglón de crónica. Ahí tenemos multitud de nombres de calles o plazas que, hoy, no nos dicen absolutamente nada.

Ocurre, también, que no hay acuerdo sobre muchos hechos o personajes de la historia: Rosas es el mejor ejemplo, por no remontarme a ninguno del siglo XX. Rosas divide por igual al interior de las derechas o las izquierdas.

En otras ocasiones, la historia ha ensalzado a personajes y a sus hechos con honores altísimos, y las nuevas lecturas de esos acontecimientos han terminado por abominarlos. En mi juventud la conquista del desierto de Roca era enseñada como una epopeya nacional y hoy, con mucha razón, se la considera un genocidio. Es tan fuerte esta opinión que cuesta encontrar quien abogue hoy por Roca o quien pueda defender las deportaciones masivas de pueblos originarios.

El lector podrá poner en una u otra de las categorías que periodicé a Perón, Yrigoyen, el Che Guevara, los Generales Valle o Aramburu, Urquiza, Eva Perón y tantos otros.

Lo que yo me pregunto es, entre los argentinos de hoy, a qué futuros próceres con nuestra inadvertencia estamos omitiendo reconocer. A qué cobarde o pusilánime le estamos, hoy, erigiendo un sitio en el partenón de héroes nacionales. Con quién estamos acertando al homenajearlo en vida y a quién tenemos tiempo de dedicarle, antes de su partida, un merecido reconocimiento. Con cuántos personajes fatuos estamos gastando oropeles al ritmo de las pasiones. Cuánto clásico se nos pasa por alto, al calor de la moda.

martes, 8 de junio de 2010

Cantigas de tablón

En el mes del Mundial nos sumamos a la ola tribunera. Este es un relato de 1997, que integrará el capítulo "Prólogos apócrifos" del libro"Las Kurvas".
"El libro que ya estoy entreviendo (...) constaría de una seria de prólogos de libros que no existen. Abundaría en citas ejemplares de esas obras posibles." (J.L.Borges, Prólogo de prólogos).



MARCO TULIO MORALION
CANTIGAS DE TABLÓN

Propósito arduo, vasto, de consecución harto improbable. Título de pretéritas invocaciones. Miras rectas, imán de elogios, fracaso en rima. Moralión es un hombre de estos tiempos. No se resigna al hábito de la claudicación de las formas galantes, de la elegancia llevada hasta la intimidad del retrete (¿o no mereció unánimes aplausos y preces el recordado artículo aparecido en el mensuario Salud para todos donde instruye los mejores pliegues para el papel higiénico?). Moralión es un hombre apasionado por el más popular de los deportes, la semanal reiteración del prodigio de un balón sacudido por veintidós atletas. Conoce todos los teams, frecuenta sus estadios, se honra con la amistad de varios coachs. Pero Moralión es un crítico severo.

Ha advertido que la noble y criolla pasión que inflama los pechos de muchedumbres, que mueve las gargantas a entonar marchas de aliento y estímulo a sus escuadras, adolece de una procacidad que lo desvela en su cruzada por el imperio del buen gusto. Ha puesto oído atento a los clásicos cantos que atruenan en los estadios, los ha memorizado, recopilado con minuciosidad filatélica, los ha desmenuzado y mejorado para devolverlos, orgulloso, en este volumen que condensa no menos de seiscientas "Cantigas de tablón".

Ha clasificado las cantigas según el rigor alfabético de los equipos que las inspiraron. Aparte, recopila cánticos universales. Dispone en la paleta de sus páginas de marchas dispuestas según los colores de las casacas, aprovechables por varios equipos al unísono, en encomiable economía. Encuentra que leales simpatizantes dictan testamento sonoro y unánime:

"El día que me muera
quiero que mi cajón
sea rojo y blanco
como mi corazón."


Moralión sugiere que, promiscuamente, simpatizantes de Estudiantes de la Plata, River Plate, Talleres de Remedios de Escalada, Unión de Santa Fe y Luján prefieran:

"Cuando la hora me llegue
que en el frescor del ataúd
se me antoje rojo y blanco
el acorde del laúd."

Hallando consonancias gentilicias, o quizás en el inmóvil reino mineral, propone que Argentino de Quilmes, Argentino de Merlo y Argentinos Juniors, amén del representativo nacional, desplacen el consabido:

"Yo doy todo por Argentino
ganes o pierdas
te sigo igual:
sentimiento inexplicable
que te llevo adentro
y no puedo parar..."

y apelen al altisonante y marcial:

"Vida y honra por la escuadra
de la tierra de la plata;
en el laurel de la victoria
en el tronar de la derrota
incólume mi alma
sentimiento encierra
que no puedo detener."

De los claustros de la Escuela de Agronomía, de las trazas tímidas de calles de tierra que emergen entre chacras, el team Comunicaciones campea victorioso. Sus acólitos enronquecen la voz:

"Que loca que está la banda
cruzando toda la Agronomía.
Se fuma toda la chala
se toma toda la cocaína..."


Moralión corrige, con arranques mitológicos y decimonónicos a los simpatizantes del "Cartero":

"En tus talones las alas de Hermes
saetas veloces tus pasos son.
Atraviesas la Arcadia
envuelta en el humo
del opio la fumata,
en los vahos potentes
de la amarga morfina."

¡Qué importa la rima ante el buen gusto y el recato! De salvar el género lírico en los estadios se trata, aunque Moralión retoque delicadas composiciones inocuas. Así, el pegadizo:

"Vos que andás chamuyando,
vos que andás prometiendo,
se te acaban las piedras,
salen todos corriendo..."


debe metamorfosearse en:

"Vosotros que andáis perjurando
vos que amenazas en balde
si agotáis las canteras
non fuyades cobardes..."

Colmo de la ironía, mordaz provocación, el aliento magro del Boca Juniors a su divisa auriazul puede ser castigado por el River Plate con el consabido:

"Dale Boca, dale Boca,
dale Boca, dale Boca...
como no tienen hinchada
les hacemos la gauchada."


Moralión encuentra excesivo ese desborde telúrico, esa alusión al Martín Fierro que, como es fama, no conoció el británico deporte. Con reminiscencias castizas, propone:

"Vuestro aliento me da grima
os obsequio esta cantiga."


El libro fue dado a la prensa, está hoy en vuestras manos. El público le brindará calurosa o desdeñosa acogida. Los resultados, quizás se vean en los stadiums en breve. Moralión no predica en el desierto. Ha convocado a algunos incondicionales de su estirpe, ha sermoneado, les ha persuadido. Se concentra en la esquina de La Paix, cada domingo, con Ricardo "Nene" Vásquez Elortondo, Victorino "Galo" Maureaux, Josecito "Meneco" Achával Conde, Martín "Manucho" Brighton Sorondo, a veces con otros. Trepan, raudos, a un siempre vigente Ford T, con pañuelos de seda cubriendo sus calvicies, cuatro nudos en los extremos, a la usanza de los barrios, o del Abasto. Alientan al Desamparados de San Juan en las infrecuentes visitas del team a la Gran Capital. Su aliento, señores, se escucha, se distingue, prístino y sobrio, cultivadas cantigas de tablón.