miércoles, 11 de noviembre de 2009

Primeras invenciones


Considero que mi primera publicación se dio en mayo de 1997, cuando la revista Para entender a Borges, una publicación mensual del Profesor Héctor Omar Saldaña, dio acogida a mi cuento Maestro en su página 14. Eterna gratitud a quien recibió por correo postal -no email- mi relato y porque le gustó, lo publicó.


Pero hay una prehistoria de publicaciones anteriores que vengo a exhumar. Soslayaré a propósito una multitud de escritos que se dieron -en el decenio 1984/1994- en periódicos partidarios, panfletos, plataformas electorales, o bien reportajes, cartas de lectores y similares, además de algunos textos jurídicos para la cátedra. Mas trataré de recordar ahora pequeños logros que jalonaron la siempre deseada publicación de la propia obra en letras de molde.


En 1992 el periodista Martín Sanchez procuró alentar el sueño de la revista propia y alcanzó a sacar dos números de una publicación: Al margen. Pidió colaboraciones a los conocidos y le acerqué una carilla titulada ¿Democracia o Tevecracia? Dos párrafos fueron publicados en el N° 1 de marzo.


Estos párrafos estaban extraídos de un pequeño bosquejo de ensayo. No de narrativa. Hay que ir un poco más atrás para encontrar otro testimonio -siempre en cuentagotas- de publicación estrictamente literaria. La revista Juegos para gente de mente organizaba un concurso permanente de cuentos breves, de hasta doscientas palabras. Con ese estímulo me largué a la producción de relatos breves. Pero la decepción me embargaba número tras número al ver que mis relatos no solo no ganaban, sino que ni merecían comentarios. No me rendí y al final, en el N° 33 de junio de 1983, Gloria Pampillo tuvo a bien publicar -en una antología de fragmentos de algunos cuentos enviados- un párrafo de mi relato El pescador, que jamás recogí en ninguna otra publicación (y para eso está este blog).


Sin embargo, el año anterior había disfrutado de una extensa publicación. En quinto año, nos tocaba editar una publicación colectiva que recogiese nuestro paso por el Liceo Naval. Proa al mar había sido, en sus comienzos, una revista periódica que además del quehacer del Liceo, recogía artículos literarios o históricos. Con el tiempo, viró hasta convertirse en un anuario que reflejaba el paso de cada promoción por sus aulas. Por un resabio de tradición, se aceptaban algunas colaboraciones literarias. Pero uno de los ejes centrales lo constituían las biografías de los egresados, redactadas tanto en un tono general de solfa como en el hermético argot liceano. En la de mi promoción publiqué veinte de las sesenta biografias. Resultó que di en escribir una con algún ingenio en su estructura (una junta de dioses del Olimpo deciden el futuro de los hombres, entre ellos el de un compañero mío) y de allí en más llovieron los pedidos. Claro que escribiendo a demanda, contra reloj, en medio del relax general por el egreso inminente, la calidad era despareja. Pero varias páginas de esa Proa al mar llevan mi firma, algunas en colaboración.


Para completar esta reseña de primeras invenciones, valga mencionar a la primera biografía que escribí (también en colaboración) en la página 47 de la Proa al mar de 1978: la inocente semblanza, entrañable, que un joven de trece años podía hacerle a algo así como un hermano mayor de quinto año. En esa misma revista hay varias páginas de Charlie Feiling que no han sido publicadas en ningún otro lado.


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